Érase otro país
Escrito por Guido Sosola   
Lunes, 04 de Abril de 2016 16:44

altFinalizando el año pasado, un amigo en aprietos, me pidió auxilio en relación a una investigación que realizaba.

Y, más que una investigación, completaba un cuadro de ataque en torno a un proyecto de ley gubernamental que, entre otras cosas, estaba destinado a controlar el correo electrónico en Venezuela, ya que – diputado aún, por cierto – de un momento a otro esperaba el debate en la Asamblea Nacional.

Parecía una suerte de innecesaria exquisitez el propósito de contra-argumentar en un parlamento que, a mi modo de ver las cosas, no era tal, pero – en fin – le facilité algunos elementos. Por ejemplo, consideré que Norbert Wiener (“Dios y Golem, S.A. Comentarios sobre ciertos puntos en que chocan cibernética y religión”, Siglo XXI Editores, México, 1967), podía darle un cartucho adicional para la refutación de sus adversarios en el supuesto de que hubiesen abrevado en las viejas lecturas de la casa editorial de orientación marxista que ofertaba sin problemas en Venezuela; luego, tan profusamente conocido entre nosotros,  una larga entrevista realizada a Alvin Toffler (“Avances y premisas”, Plaza & Janés, Barcelona, 1983), título que curiosamente fue un fracaso en el mercado editorial; y una estupenda tesis de Irene Plaz Power (“La informática en Venezuela: ¿símbolo de desarrollo? Viejas reflexiones sobre una nueva tecnología” (UCV, Caracas, 1993), suficiente para descubrir algún prejuicio sobreviviente gracias a un esfuerzo académico, cuyo trabajo de campo recomendé a otro amigo en su afán de retratar al país del siglo pasado. Sin embargo, la pieza estelar fue un artículo muy sencillo, suscrito por el gran Guillermo José Schael, “Brújula: Electrocardiograma por teléfono” (El Universal, Caracas, 28/01/1974).

El texto periodístico ejemplifica muy bien el interés que suscitaban los adelantos tecnológicos, cumplimentándose importantes esfuerzos – además – en hospitales públicos, porque la telemetría ya habría sus promesas para atajar las situaciones de emergencia médica más grave. Podrá sonreír el lector al pasearse por un texto que, de algún modo, sospechó e imaginó los adelantos de tres o cuatro décadas atrás, pero no creo que pueda exhibir sus dientes por un largo rato: ahora, muy poco de la materia es motivo del comentario cotidiano y, ya quedando atrás en otros países, acá es toda una extrañeza el llamado Internet de las Cosas.

Érase otro país, cierto. Llama la atención que un médico de desempeño en el hospital público que, no sabemos sí era su caso, porque solía alcanzar para sostener a la familia, desestimulando la consulta privada, cultivase con éxito una preocupación prohibida en la presente centuria, en nuestro país. Y, para más señas, dijese de un avión que acostumbraba a pilotar, integrante del Aeroclub de Caracas, que pudo haberle echo agua  la boca a uno de estos pranes que no dejan de leer la prensa convencional y digital en la denodada tarea delictiva que gerencia.

El amigo en cuestión exageró, al pretender dos cosas: trabajar demasiado para dar un puntillazo específico de acaso dos minutos y suponerse parlamentario bajo un régimen que no sabe ni le interesa todavía el oficio.  Empero, convengamos, falta también una suerte de sociología política del desarrollo tecnológico en este modesto rincón del planeta: son – por lo visto – varias las suertes que lucen indispensables.


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