Hoy me debato entre escribir algo sobre los centros comerciales y sobre la victoria de Trump en New Hampshire.

Sobre los centros comerciales venezolanos les cuento que los primeros que existieron aquí fueron el de Las Mercedes en los años 50, luego el de La Vega en la redoma de El Paraíso y después en La Florida, todos de la cadena CADA de Rockefeller. Eran centros comerciales abiertos, con múltiples entradas, de cuando la inseguridad no agobiaba a los caraqueños, como fue en la época de Pérez Jiménez, quién tenía excelentes políticas antidelictivas.
El epítome de ellos fue el C.C. Chacaíto en los años 70 con las más elegantes tiendas de la ciudad y al final de la mejor zona comercial que era entonces la Calle Real de Sabana Grande, convertida hoy en depósitos muchos locales, dada la inseguridad actual.



El Metro de Caracas decretó la muerte de la calidad en Chacaíto pues las mejores joyerías fueron sustituidas por areperas y ventas de jugos y las minitiendas del Drug Store por una tienda Traki. Luego, se empezaron a construir centros comerciales cerrados, con entradas controlables que eran cerrados de noche por el cuerpo de vigilantes del sitio, verbigracia: el C.C.C.T., Concresa, el Centro San Ignacio y el Sambil, para citar pocos.

De manera que fue la inseguridad la verdadera causante de los cambios arquitectónicos en los centros comerciales. Aquellos abiertos de antes, son hoy verdaderas ruinas comerciales y humanas. Fue la vida cultural de los espectáculos masivos (cines y teatros) la que se refugió de noche en los centros comerciales cerrados lo que los salvó de transformarse en cadáveres comerciales insepultos y tomo como ejemplo el Paseo Las Mercedes, quizás el sitio nocturno más amable de la ciudad de hoy, refugio de los agobiados caraqueños que han tratado de conservarlos como los últimos espacios de sociabilidad más o menos seguros. Es por eso que la lucha dada por los centros comerciales es la lucha de todos nosotros que creemos en la vida social y cultural de los caraqueños. Esta es la verdadera historia y el por qué suceden las cosas como suceden. Al final, todo esto es también culpa de los bolichicos que se robaron los reales de las plantas eléctricas de Venezuela y eso lo sabemos todos.

La previsible victoria de Trump en New Hampshire es un indicio de cómo están las cosas en Estados Unidos.
Este insensato representa lo más reaccionario del pensamiento norteamericano y como es un demagogo se adapta al malestar cultural de la gran nación del norte. Trump no es una enfermedad, sino una evolución del síntoma que fue el Tea Party en las elecciones pasadas; como lo fue el apoyo al difunto en el golpe militar en 1992 por los notables, la votación de la Causa R y el chiripero en 1993 cuando el establishment político no los tomó en serio aquí, ni cuando ganó el difunto las elecciones de 1998. Esas discrepancias las discutí con el Dr. Uslar en aquellos años.

Trump puede que sea un águila en los negocios, pero políticamente es un desastre y puede ser nefasto para la sociedad democrática allá. Es por eso que afirmo sin dudas que Trump es chavista y lo he dicho desde que surgió. Afortunadamente los gringos tienen el buen hábito de cortar por lo sano con la vida política de los aspirantes independientes. Imagínense cuando a Trump lo empiecen a atacar por las irregularidades de su vida privada y cosas similares. Pero esto no es la solución, sino enfrentar las razones por las cuales hay tan gran malestar cultural allá. Tengo algunas suposiciones al respecto, pero eso es muy largo para tratarlo aquí.

Los grandes propulsores de la candidatura de Trump son los criminales como Sean Penn, Oliver Stone, Michael Moore y compañía, que quieren sacar réditos políticos con su eventual presidencia, cuando ellos la propiciaron con sus críticas. Que el diablo se lleve a Trump, Penn, Stone y compañía.

(*): Las fotos del día son del Centro Comercial Las Mercedes y del CCCT

Fuente: FB del autor