"Cambio de frecuencia"
Escrito por Antonio José Monagas | X: @ajmonagas   
Sábado, 15 de Abril de 2017 09:47

altLa historia es reveladora y fehaciente testimonio del poder de la oración. No sólo la Biblia lo confirma.

También, los hechos sucedidos en medio de tempestades físicas, espirituales, militares Y desde luego, políticas. Sobre todo, ante el furor que una crisis política incita pues las desgracias que éstas acarrean, no sólo inhiben libertades. También, inducen estampidas cuya fuerza de arrastre genera los peores vendavales y tsunamis que jamás se hayan visto o imaginado. 

De ahí que la oración se convierte en un arma tan poderosa como la de mayor potencia. Aunque la diferencia estriba en que un arma militar tiene efectos destructores pues su objetivo es arrasar con una realidad que, a juicio de quienes dirigen la fuerza armada, entorpece propósitos encaminados a ganar espacios políticos sobre los cuales se articularán nuevos intereses. Más de naturaleza económica y mercantilista, que de otra índole que pueda animar el desarrollo económico y social. Aunque la historia revela crasas excepciones. 

La oración, por su parte, tiene la capacidad de inducir emociones y sentimientos que igualmente producen un sacudón. Pero de espiritualidad. De tal forma y magnitud, que es capaz de transformar actitudes, cambiar perfiles, adecuar condiciones, modificar consideraciones y reformar aptitudes. Es decir, la oración provoca un cambio de frecuencia a nivel de todo aquello que es susceptible de variación hacia lo mejor, hacia lo sano y lo constructivo por cuanto incita el crecimiento de cuanta humanidad haya estado aletargada, paralizada o desviada del camino de la solidaridad, la comprensión y la verdad. 

La oración trasmuta disposiciones. Pero más aún, la creencia de estar obrando en consonancia con el bien, cuando en el fondo podría estar causando el peor mal que puede animar una decisión tomada arbitrariamente, o al margen de toda consecuencia posible. La oración pronunciada desde el alma, tiene la potestad de lograr el equilibrio espiritual y asentir en su justo lugar, valores morales hoy tan deliberados. Pero igualmente, desatendidos por quienes viven ofuscados ante la tentación que brinda el poder como instrumento de violencia y como equivocado ejercicio de ordenamiento. La oración tiene el impulso para hacer ver que muchas intenciones políticas, tienen un errado asidero pues se dictaminan como órdenes sin siquiera considerar sus verdaderos alcances. La oración sabe develar el error que se comete cuando se abordan criterios de justicia, libertad, democracia, igualdad encapsulados en la ambición, la obstinación y el resentimiento. 

Razones éstas, justifican la necesidad de orar desde el alma y con el convencimiento de su eficacia y trascendencia. La oración es pues el mejor instrumento para lograr la necesaria transformación que claman obtusas y confusas realidades siempre avivadas por una política retorcida. Más, la oración elevada desde lugares de crítica realidad, sin duda alguna, provoca un real y contundente “cambio de frecuencia”.


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