Aparejos de sueños
Escrito por Rafael Rattia (historiador)   
Domingo, 25 de Septiembre de 2016 18:19

altSin preámbulos innecesarios, se trata de un manojo de relatos cortos titulado: "Aparejos de sueños". Imprenta del Ministerio de Cultura, Caracas, Noviembre de 2007, cuya autoría pertenece al poeta, narrador y artista plástico monaguense Antonio Manuel Ordáz (Maturín, 1955).

Diez y seis relatos de corta y regular extensión conforman una singular ars narrativa de límpida prosa impregnada de poderosas imágenes familiarmente extraídas del màs preciado tesoro que posee la memoria de la especie humana: la infancia. El escritor se interna por entre el bosque asombrosamente sorprendente de esa veta inagotable de magias y maravillas que representa la etapa màs feliz que todo ser humano es capaz de vivir y luego recordar; la infancia memoriada, la memoria recobrada por el portentoso acto de la escritura, en este caso particular de la escritura narrativa. La escritura de la cuentìstica enarbolada en este libro sobriamente concebido en su sintaxis expresamente coloquial pero hondamente afincada en una tesitura fantasiosa de soberbia ensoñación imaginìstica. Las hipérboles y exageraciones ficcionales atraviesan muchas líneas del relato de no pocos cuentos señalando a este escritor como un exponente de cierta tradición fantástica en la línea de Don Julio Garmendia por ejemplo. Mutatis mutandis.

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Personajes fabulados extraordinarios, “hormigas gigantes como camiones cisternas, caballitos del diablo que parecían helicópteros, gotas de rocìo que se antojaban inmensas lagunas”… El narrador nos lleva de la mano a sus lectores por mundos imaginarios soberbiamente increíbles como surgidos de una mente febrilmente trastornada por quièn sabe què sustancias alucinógenas.

La doble condición de poeta y narrador le confiere a este escritor un raro estatuto poco frecuente en la literatura venezolana de la última generación. Las imágenes que impregnan las páginas de este libro son legatarias de impresionantes resonancias lìricas y dueñas de una peculiar plasticidad verbal. Ordàz hace pintura con su prosa narrativa. Traza, dibuja, delinea y colorea la estructura anecdótica del relato con una fruición tal que leyendo sus cuentos pareciera que el lector està en presencia de un mago de la prosa. Sus cuentos buscan la brevedad, su cercana filiación con la economía verbal lo acerca màs a lo esencial del relato. La narrativa de este escritor està distante de cualquier prodigalidad expresiva y lejana de toda ostentación léxica. Sus cuentos pretenden decir mucho con poco. ¿Acaso no es eso precisamente lo que busca la maestría del decir narrativo? Ordáz sacrifica la sobreabundancia empalabrante del discurso en aras de un decir despojado de adornos verbales.

En “Aparejos de sueños” está la vena narrativa mejor cultivada del màs alto exponente vivo de la narrativa monaguense de las últimas décadas; distinguido y aventajado discípulo de Julián Padrón, alumno privilegiado de la estirpe poética de Félix Armando Nùñez beauperthuy. Estas páginas delirantemente fantásticas y fantasiosas son un testimonio testamentario del prosista que escribe para la posteridad.

La prosa narrativa de Manuel Ordàz se elabora a partir de un esfuerzo intelectual de reconstrucción de trozos de la memoria primigenia del personaje. Los actantes narrativos hablan desde una reminiscencia recuperada por el poder evocatorio del narradaor. Leyendo los alucinantes cuentos de Aparejos de sueños, el narratario (el lector) se va dejando envolver por esos climas anecdóticos que emergen de las capas profundas de la infancia donde nuestros cómplices ficticios son nuestros abuelos, padres y ancestros mayores. Esta colección de piezas literarias es un verdadero tapiz de historias sucedidas en la Arcadia de la memoria del poeta que también es narrador y viceversa. Un patio de cerezos rojito y oloroso y un niño atravesando la campiña acompañado de un perro, son imágenes que se prendan en nuestro espíritu con agradecida donosura y elegante donaire expresivo. “Infinitas bandadas de pajarillos y mariposas multicolores revoloteaban alrededor de la casa del abuelo dándole un aire casi mágico a la casa.” Una prosa certera, de madura sintaxis sorprende con grato asombro al lector con cada relato contenido en estos muníficos cuentos ordazianos.



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