Caipirinha de por medio
Escrito por Ignacio Ávalos Gutiérrez   
Martes, 22 de Junio de 2010 08:57

altDicen hasta los que no saben mucho de fútbol, que Dunga es capaz de transformar una comparsa de carnaval en un batallón militar, cosa que no sorprende a quien  lo vio en sus tiempos de futbolista batallador, eficaz, disciplinado, de esos que aprietan los dientes y “meten  pierna”, además de gran caudillo sobre la cancha,  figura ésta, la de caudillo, de cuya devoción, por cierto, aún no hemos podido curarnos en esta parte del planeta.  Mirándolo moverse en el campo, nadie, nunca, espero de sus pies  un toque de sobra con el balón, un adorno, ni siquiera una picardía, que asombrara en las tribunas.  

Ahora, como director técnico de la selección, Dunga ha contribuido a que Brasil deje de jugar a la brasileña, forzándola a abandonar su estilo,  marca registrada de prestigio planetario, y a adoptar  otro casi maquiavélico, llevado a cabo por jugadores atléticos, capaces de correr noventa minutos sin resollar y de cumplir con un manual de instrucciones para armar el partido, entregada en el camerino y cuyo objetivo es  ganar como sea, incluso machacando al rival hasta el aburrimiento.

Dunga, como era de esperarse, bajó a Ronaldinho del avión que volaría con destino al país de Mandela, alegando que no tenía cabida en su cuerpo de 23 pretorianos.  Está medio gordo,  reflejo de sus parrandas,  parece que declaró. No es un jugador táctico, tiende a seguir sus propias ocurrencias sobre la cancha, añadió y encima   es intermitente en el partido, no se concentra, aparece y desaparece.  Según chismes que circulan en Río, un psicólogo consultado diagnosticó que Ronaldinho cree que el fútbol es un juego, no un trabajo y un odontólogo  señaló que el problema radicaba en los dientes volados que le ponía una sonrisa casi eterna en el rostro.

Hasta ahora hemos visto un fútbol que se desarrolla bajo la dictadura de los técnicos, quienes ordenan  cavar trincheras y levantar diques, imponiendo un decálogo clandestino que incluye la prohibición de la gambeta. Salvo destellos en algunos equipos y la rareza de más o menos una decena de jugadores, lo demás ha sido pura mezquindad.  Por eso Maradona, reinventado como entrenador,  está a próximo a convertirse, gracias a los  recuerdos, en la mayor atracción del campeonato surafricano.

Qué pensará Ronaldinho mientras, caipirinha de por medio, ve lo que ve en el televisor y qué  pensará de Brasil que ahora sólo juega bien en la nostalgia.

El Naciona/OyN


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