Todos contra Keiko: el voto en el Perú 2016
Escrito por Filipp Rodríguez Loginova   
Sábado, 09 de Abril de 2016 08:15

alt¡Keiko no va, Fujimori nunca más! Fue una de las consignas que a grito colectivo hacía sacudir la Plaza San Martin en el centro de Lima el martes pasado.

La gran marcha y concentración política rememoraba aquel 5 de Abril de 1992, fecha en la cual el presidente Alberto Fujimori -democráticamente electo- invocó medidas excepcionales y dio un golpe de Estado iniciando la década de un modelo dictatorial que habría de encontrar su fin en Noviembre del año 2000 a la sazón de su renuncia a distancia desde Tokio.

A poco más de tres lustros del hecho, y con el ex dictador extraditado, penalmente procesado y recluido en su casa, el escenario político se torna mucho más complejo, aunque no por ello menos interesante.

Perspectivas electorales

En puertas las elecciones generales (Presidente, Vicepresidentes, Congreso y Parlamento Andino), la mayoría de las encuestas en el Perú y en especial DATUM coinciden en que Keiko Fujimori, líder del partido Fuerza Popular e hija del ex presidente, encabeza las cifras sobre la intención del voto presidencial en primera vuelta casi duplicando, además, en términos percentiles, a sus adversarios más próximos; Pedro Pablo Kuczynski del partido Peruanos Por el Kambio y Veronika Mendoza del Frente Amplio. Sin lugar a dudas una ventaja significativa pero vulnerable al método electoral de la doble vuelta, teniendo en cuenta tres variables que al presente desequilibran la campaña presidencial de Fujimori induciendo serios ajustes a su estrategia electoral, 1. El para nada modesto rechazo al fujimorismo, 2. La escaza proximidad entre Fuerza Popular y los demás partidos y 3. El carácter obligatorio del voto en el Perú.

Así las cosas, uno de los últimos eventos que sin dudas afectó el presente curso del proceso electoral fue el debate presidencial del pasado domingo 3 de Abril al cual fui oportunamente invitado por el Jurado Nacional de Elecciones. Dicho debate, pese a estar cargado de propuestas variadas separó a secas a los diez participantes en dos grupos. Aquellos que estimaron impostergable una reforma constitucional y de modelo político, como Veronika Mendoza, Miguel Hilario, Gregorio Santos, y el resto de los candidatos quienes abiertamente o entre líneas aseguraron que sus programas de gobierno podrían ejecutarse sin problema alguno en el marco de la polémica Constitución de 1993, promulgada durante el fujimorismo. A la sazón del debate, las encuestas situaban a Kuczynski en el segundo lugar pero de ninguna manera le aseguraban pasar a la segunda vuelta debido a que Mendoza, que se encontraba a sólo un punto y medio de distancia del economista, mostraba poder compensar su posición valiéndose únicamente de las probabilidades del margen de error, presente en todos los estudios de esta naturaleza. Adicionalmente, el discurso de Kuczynski, aunque técnico y enfocado, no tuvo el impacto esperado y a lo sumo se le cuestionó el haber olvidado que su contrincante para la primera vuelta era Mendoza y no Keiko Fujimori. Mendoza por su parte, aunque en tono radical, se las arregló para simplificar sus ideas y comunicar su mensaje de forma más efectiva al público. Las intervenciones de los demás candidatos ofrecieron un escenario preliminar a la contienda en la eventual segunda vuelta evidenciando posibles pactos partidistas. Como era de esperar, Fernando “Poppy” Olivera del Frente Esperanza acusó enérgicamente a Alan García de corrupción, reprobando la impunidad gracias a la cual éste se encontraba en libertad, al momento en el que ofrecía la promoción de programas educativos asegurando que un pueblo educado no se dejaba engañar “ni por charlatanes, ni por comandantes ni por una japonesa”, refiriéndose seguramente a García, Humala y Fujimori en secuencia. Alan García, recordado por haber ejecutado uno de los peores gobiernos del siglo pasado durante el quinquenio 1985-1990, acomodando en parte el contexto para la emergencia del fujimorismo, permanecía inexpugnable a las acusaciones y gestos de Olivera desde su silla, aunque con un marcado desagrado en el rostro. Alejandro Toledo del partido Perú Posible, aunque desorientado y poco consistente, asumió la responsabilidad de los errores durante su gobierno en el periodo 2001-2006 exonerando a la par a Kuczynski, quien para aquel entonces ocupó la presidencia del consejo de ministros del Perú en el lapso 2005-2006.

Adicionalmente, las preocupaciones políticas que sacuden a la región hicieron muestra en las intervenciones de Antero Flores, del partido Orden, también del propio Kuczynski, de Olivera, Fujimori y de Alfredo Barnechea, de Acción Popular, quienes condenaron el desastroso proyecto chavista en Venezuela, símbolo de atraso y miseria. La propia Veronika Mendoza, calificada como “roja” entre sus detractores, le saco el cuerpo al chavismo, y con toda razón, pues el chavismo es electoralmente inconveniente para cualquier político en América Latina y sobra decir que ha desprestigiado a la izquierda en la región. A pesar de ello, Mendoza no pudo zafarse de la memora colectiva, y sobre la de los venezolanos, pues habiendo calificado un mes atrás de golpista a la oposición en Venezuela, en referencia a Leopoldo López políticamente encarcelado por el régimen, la prensa se encargo de recordárselo reiteradamente.

¿El regreso del Fujimorismo?

En el presente contexto los aciertos y desaciertos del fujimorismo en el Perú tienen connotación compartida. Quienes agradecen su mano dura para combatir al grupo subversivo Sendero Luminoso no dejan de cuestionar, no obstante, las arbitrariedades que se desprendieron de este proceso para crear un Estado policial. Ni hablar del autogolpe en 1992, o del famoso Fujishock, un paquete de medidas económicas que, aunque vastamente impopular logró frenar la inflación en aquellas épocas. Anticipando inteligentemente la crítica, Keiko Fujimori al cierre del debate anunció un compromiso moral, firmándolo ante las cámaras y asegurando, entre otras cosas, que respetará los Derechos Humanos, no optará por la reelección y tampoco se valdrá del poder político para beneficiar a “su familia” sin hacer mención del nombre de su padre, seguramente por consejo por sus asesores. ¡Nosotros no le creemos! gritaba la gente en la plaza San Martin, animada por los representantes indígenas, presuntos relativos de las victimas de las esterilizaciones forzosas ocurridas durante la dictadura. “Alberto Fujimori también prometió que no iba tomar medidas de austeridad y fue lo primero que hizo. ¡Nos engaño!”, En efecto, la ejecución del Fujishock no se hizo esperar en 1990 por anuncio de Juan Carlos Hurtado quien fuera el ministro de economía y quien justamente al día siguiente, 6 de Abril, protagonizó un artículo en El Comercio de Lima, expresando que el paquetazo “fue muy doloroso pero era lo que había que hacer”. Como si fuera poco, las criticas a Keiko Fujimori confluyen desde sus adversarios a razón de su relativamente corta experiencia en gestión pública, experiencia cuya lista encabeza nada menos que el tecnócrata experimentado Pedro Pablo Kuczynski. De allí, las especulaciones han dado pie a la posibilidad de un gobierno tutelado por el padre en vista de la “inexperiencia” de Keiko.  Adicionalmente, y no sin clara razón, las preocupaciones crecen y se agudiza la tensión política en torno a la posibilidad de triunfo de Keiko Fujimori cuyo partido actualmente es la segunda fuerza política en el Congreso de la Republica, indicando, sobre la base de proyecciones estadísticas del CPI, que se convertirá en la primera fuerza de esa institución el próximo domingo 10 de Abril. De ser así, una eventual victoria de Fujimori en las presidenciales concentraría gran parte del poder político en manos de un sólo partido, aunque también gran parte de las responsabilidades. En este sentido, el monopolio del poder ejecutivo y legislativo sería, institucionalmente hablando, poco saludable para la estabilidad nacional, por ello sobra expresar que gobernar en ausencia de consenso es difícil y peligroso.

Todos contra Keiko

Las cifras de Keiko Fujimori si bien son positivas en esta primera vuelta no necesariamente le aseguran la silla presidencial. Sin embargo, aparte de las tres variables contrarias mencionadas al inicio, la candidata de Fuerza Popular tiene a su favor las divergencias entre el resto de los partidos, lo que parece obstaculizar un acuerdo para unir fuerzas en segunda vuelta. Muy a despecho de los que consignan que la “estadística esta en la calle”, y aunque el mismo Alan García señale con desdén que no cree en las estadísticas (en las que figura de quinto después de Alfredo Barnechea) Keiko Fujimori reafirma su pase a la segunda vuelta presidencial con cómoda ventaja. Asumiendo que la tendencia se haya mantenido y Pedro Pablo Kuczynski logre obtener los votos necesarios para pasar a segunda vuelta, su triunfo dependerá de la negociación y alianzas estratégicas de gabinete para poder sumar votos y ser el próximo presidente del Perú. El problema, no obstante, es Veronika Mendoza. Los partidos de la izquierda autodenominada reformista, dentro de los cuales figura el Frente Amplio de Mendoza, para evitar que gane Fujimori tendrían que canalizar sus votos hacia la figura de Kuczynski, (a quien la militancia frentista no tiene precisamente en alta estima) y quien seguramente sabe que de pasar a segunda vuelta, no tendría probabilidad alguna de ganar la presidencia sin el apoyo de Veronika y su contingente político. Queda pues de Mendoza juzgar, desde su óptica, el peor de los males, por así decirlo, para decidir si apoyar o no la candidatura del PPK. Pensando racionalmente, un hipotético apoyo de Mendoza a Keiko es simplemente irreal, mientras que su pacto con Kuczynski es su mejor opción, teniendo en cuenta que el voto es obligatorio y la abstención voluntaria no es una opción en el Perú. Los votos tendrán que ir a algún lado, y no precisamente a la opción en blanco si es que la izquierda quiere evitar el -por ellos llamado- nuevo fujimorismo, aunque con franqueza, es difícil para mi descartar la mezquindad del “todo o nada”, acción política que prefiere entregar el poder al “enemigo” antes que compartirlo sobre la base del consenso. Lo presencié en Francia cuando el Frente Nacional no se sumó al UMP de Sarkozy quien fue derrotado por Hollande, lo atestigüé en el Salvador con Sánchez Cerén y Quijano aguijoneado por GANA. (Por suerte no ocurrió en Argentina)
Cambiando de escenario, de haberse modificado las cifras y de pasar Veronika Mendoza a segunda vuelta, Keiko tendría más que segura la presidencia de la Republica. Tomando en cuenta la atribuida afinidad de Mendoza con el desastroso proyecto bolivariano en Venezuela, la negociación del resto de los partidos encontraría mucho más conveniente un gobierno de Fujimori que uno de Mendoza por razones obvias expresadas en las guías ideológicas de cada organización política en cuestión.
No obstante, sea cual fuere el escenario, una cosa es segura. El voto en blanco favorece a Keiko Fujimori.

¿Por que regresa el Fujimorismo?

En este punto es difícil evitar los juicios de valor al respecto. No es complicado entender al sector político peruano que se opone radicalmente a la vuelta del fujimorismo. Seria una pesadilla imaginar que a dieciséis años del fin del chavismo María Gabriela Chávez estuviera punteando en las encuestas para la presidencia de la República. Salvando oportunamente las diferencias ideológicas entre el chavismo y el fujimorismo, quisiera reiterar que ningún hecho de dicha naturaleza ocurre espontáneamente. ¿Habrían razones de peso para la vuelta de estos modelos? A partir del año 2000 y acabada la breve transición a cargo de Valentín Paniagua, los gobiernos sucesivos de Alejandro Toledo, Alan García y Ollanta Humala desbarataron la confianza de los peruanos en el gobierno nacional. Junto a esta, las variables de orden económico y social ciertamente aceleraron los procesos de nostalgia de la dictadura que asomaron más temprano que tarde las organizaciones afines al fujimorismo como Alianza Si Cumple, Alianza por el Futuro decantándose finalmente en Fuerza 2011 y el actual Fuerza Popular.
Adicionalmente el populismo aprovecha las estrategias de desafección y miedo para ganar simpatizantes. Es innegable que Kuczynski tiene todas las credenciales, pero pocos son los que confían en algo que no entienden y estos errores de campaña suelen restar puntos al candidato quien al parecer no estuvo dispuesto a aligerar su discurso técnico. Jugar con sensibilidades públicas es otra técnica indescontable. La reivindicación de los derechos de los peruanos, sobre todo tratándose del derecho al agua potable, es claramente el punto de apoyo de todas las organizaciones políticas, y los cuestionamientos a este gravísimo problema nacional junto a la ruleta de la culpa y negligencia en el asunto han postergado las alianzas electorales necesarias. De manera análoga, el escandalo de los contratos de explotación del gas de Camisea afectan al PPK y oxigenan propuestas antagónicas. La confianza en las instituciones públicas es igualmente importante. Las querellas dirigidas recientemente al Jurado Nacional de Elecciones por desestimar la exclusión de Keiko Fujimori del proceso por actos de proselitismo y entrega de dinero podrían provocar serias controversias en los resultados del voto electrónico, implementado este año en 19 distritos de Lima y el Callao, y entre otras cosas se puede decir que aunque relativamente estable en la región, el Perú no escapa a los coletazos de la crisis de representación que impera en América Latina. Asimismo, la insistente propuesta de Fujimori de designar a las Fuerzas Armadas para “cuidar y resguardar las instituciones públicas” incrementa el resquemor y abre posibilidades ciertamente inconvenientes, pues la dictadura fujimorista es parte sustantiva de la memoria colectiva y tiene mucho más peso que las conjeturas de algún modelo político fracasado regional que aparentemente comparte los mismos valores que la izquierda peruana que clama hoy contra Alberto Fujimori y su hija Keiko.
Parece que no terminamos de entender que en este sentido la salvaguarda de la democracia debe ser la continuidad de los gobiernos eficientes en función del Interés Nacional, para evitar reanimar los modelos fracasados o caer en la nostalgia de la dictadura.

 @filipprl


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