Heteroflexibilidad y otras etiquetas
Escrito por José Carlos García Fajardo   
Sábado, 30 de Enero de 2016 01:25

alt“Examinamos qué es la heteroflexibilidad, una idea cada vez más presente entre aquellos que se niegan a las etiquetas”, subraya Lucía Lijtmaer

 en su artículo El mercado de los heteroflexibles, que invita a algunas precisiones porque no dejan de ser también categorías políticas y conceptuales.

Es un atraso propio de la ignorancia que todavía se refieran al tema de la bisexualidad, homo, hetero o ambas, en según qué épocas, edades y circunstancias, bajo el epígrafe de “mercado”.

Hubo un tiempo en que las mujeres más avanzadas y educadas tenían que hacer “marchas como activistas feministas” para afirmar sus inalienables derechos a ser ellas mismas. Sin importar para nada su actividad laboral, profesional, académica, de investigación o artística. Vestían trajes de chaqueta rectos y serios, el pelo liso a lo garçon, zapato sin tacón y no pocas llevaban camisas de hombre con corbatas. Además, su porte era como ellas imaginaban que se producían los hombres  cuando la realidad ha mostrado que la femineidad para nada interfería en su capacidad como dirigentes sociales, políticas e intelectuales. Antes al contrario, aportaba un enriquecimiento de cualquier actividad bien hecha, con rigor y talento, con su indudable sello femenino.

Como también tuvieron que hacerla los homosexuales manifestándose en El día del orgullo gay como reacción a la infame y salvaje redada policial que tuvo lugar en la madrugada del 28 de junio de 1969, en el pub Stonewall Inn, en el barrio neoyorquino de Greenwich Village.

Pero que, a estas alturas, en los países más avanzados, educados y maduros algunos todavía confundan sexualidad con procreación, genitalidad, cariño, erotismo, amistad o ternura y que tengan que “darse explicaciones” es de aurora boreal por desorbitado.

A nadie le pidieron permiso para nacer y aún menos con tales o cuales genes, psiquismo, ambiente familiar y social, educación y en un medio inteligente y natural o en otro fanatizado y mecánico compulsivo. Arrastramos una losa de prejuicios que la ciencia, la experiencia y la propia educación tienen que superar.

Otra cosa es que nos pueda gustar el alarde exhibicionista de actitudes y conductas reduccionistas en su caso como en algunas celebraciones del Orgullo gay en el que todavía colean reductos de una postergación y acoso injustos y que, en lugar de integrar sensibilidades diversas, pueden hacer que otras personas se sientan fuera de lugar. Que se comprenden pero que no pueden imponer a una sociedad culta, moderna propia de personalidades integradas. Esa manía del outing es tan absurda como contraria a sus intereses y derechos. Reconozcamos el derecho fundamental a que cada persona pueda ser ella misma en un ambiente general de libertad, respeto y naturalidad.

Además, es anacrónico, absurdo y poco inteligente. Salvo en la negación de pulsiones ocultas en personas que no asumen su realidad rica, compleja y natural. Es falsa la afirmación de que quien puede tiene que actuar inexorablemente. ¿Dónde queda la libertad que nos hace responsables de nuestros actos? ¿Es que todos los heterosexuales representan un peligro para otras personas de distinto sexo u orientación? Hasta que no nos sintamos ante un/a homo, hetero o bisexual como ante cualquier otra persona que sólo se distinga por el color de los ojos, pelo, piel o de sus aficiones artísticas, deportivas, sociales o gastronómicas padeceremos esta confusión que tanto sufrimiento ha causado. Y que entre personas inmaduras e ignorantes continua causando por confundir tendencias, afectos, o riqueza en su madurez asumida en lo que no es más que otra dimensión de sus capacidades y posibilidades que no siempre tienen por qué ser encasillados ni pensar que actúan como autómatas sin personalidad ni talento ni discernimiento. No me puedo imaginar así a tantísimas personalidades, genios, héroes, artistas y personas que, como profesor universitario, estudioso de la Historia y de la sociedad, he podido admirar, respetar y agradecer por el enriquecimiento que nos han hecho a lo largo de miles de años, de culturas y de civilizaciones.

Pero me sigue costando imaginar sobre una carroza del Día del orgullo gay a Alejandro, Julio César, Platón, Sófocles, Andrea Doria, Leonardo da Vinci, Miguel Ángel Buonarotti, probablemente a Cervantes, a Whitman, Marguerite Yourcenar, y a un ingente número de personas sin las cuales la Historia, las diversas culturas y civilizaciones hubieran sido posibles por inimaginables.

Una vez más, con Cervantes, “Llaneza, que toda afectación es vana”. Y en otro lugar Don Quijote dice a Sancho que le traía los correveidiles de las gentes: “Tranquilo, Sancho amigo, yo sé quién soy”.


(*): Profesor Emérito de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Director del Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS)

@GarciaFajardoJC



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