Macri y Latinoamérica ante la dictadura venezolana
Escrito por Antonio Sánchez García | @sangarccs   
Miércoles, 25 de Noviembre de 2015 01:23

altLa antagónica disparidad de opiniones entre dos cancilleres uruguayos del mismo signo político – uno bajo la presidencia de Pepe Mujica y hoy al frente

de la Secretaría General de la OEA, Luis Almagro Lemes; el otro bajo la actual presidencia de Tabaré Vásquez y canciller en ejercicio de la república rioplatense, Rodolfo Nin Novoa – da prueba fehaciente de la imposibilidad de poner de acuerdo a los dos grandes sectores que dividen a la clase política, a los gobiernos, a los partidos y a la opinión pública latinoamericana: Almagro se ha expresado en términos suficientemente concluyentes sobre la dictadura de Nicolás Maduro en contundente carta de protesta dirigida a la responsable de los procesos electorales venezolanos; el otro la considera un modelo democrático impoluto al que no cabe aplicarle cláusula ni sanción alguna.

No se hable de la disparidad de posiciones entre el presidente electo de Argentina, Mauricio Macri y el actual presidente de Uruguay y su vecino inmediato, Tabaré Vásquez. Uno reafirma su voluntad de exigirle a Mercosur la salida de su miembro venezolano por irrespetar su cláusula democrática, en razón de las públicas y notorias violaciones a los derechos humanos; el otro participa por voz de su canciller que no ve razón alguna para seguir tal predicamento: “Venezuela está lejos de una alteración en el orden democrático”. Y haciendo manifiesto que esa es la posición de los otros miembros de Mercosur afirma categórico: “no se aplicará tal cláusula al gobierno de Nicolás Maduro”.

¿Cómo hacer valer el principio de objetividad, veracidad y respeto a los hechos ante posiciones a tal grado antinómicas? Salvo que el canciller de Tabaré Vásquez, Sr. Nin Novoa, no reciba informes de su encargado político en su embajada de Caracas o no lea los medios internacionales, es evidente que si no conoce los hechos los oculta de manera dolosa y fehaciente: ¿no se enteró de las denuncias del fiscal venezolano Franklin Nieves, quien luego de asilarse en los Estados Unidos informara en detalles haber servido por órdenes superiores las maniobras para inculpar y condenar a 14 años de prisión a un inocente violando flagrantemente todos sus derechos ciudadanos? ¿No tiene noticias del secuestro del Alcalde Metropolitano de Caracas Antonio Ledezma, encarcelado hasta hoy durante diez largos meses sin juicio alguno? ¿Tampoco ha tenido noticias de que en Venezuela existen más de setenta presos políticos? ¿No tiene conocimiento de la sistemática negativa del ente comicial a permitir la observación internacional de los cruciales comicios del próximo seis de diciembre? ¿No ha oído mencionar el cúmulo de irregularidades propiamente dictatoriales que condena a que bajo este régimen se vote, pero no se elija? ¿No tiene conocimiento de las amenazas de Nicolás Maduro y del segundo del régimen, Diosdado Cabello, de no tolerar una victoria opositora ni un parlamento que se escape de su mando y control?

Al parecer, tampoco se enteró el Sr. Nin de la detención de dos sobrinos presidenciales que en una operación evidentemente respaldada por las autoridades de gobierno y sus fuerzas armadas pretendían introducir 800 kilos de cocaína en los Estados Unidos, operación respecto de la cual hasta el día de hoy ni la tía carnal, primera dama de la República Sra. Cilia Flores ni el tío político de ambos delincuentes, actual presidente de la república, Nicolás Maduro, han emitido una sola palabra de opinión.

Es obvio que el Sr. Nin y su jefe, el doctor Tabaré Vásquez están perfectamente enterados de todos estos hechos. Saben que el de Maduro es un gobierno dictatorial al que se le debió haber aplicado la cláusula democrática en cuanto asumió el gobierno mediante violaciones a lo establecido en la Constitución vigente desde el año 2000 en Venezuela. Como se le debió haber aplicado a su antecesor, el teniente coronel Hugo Chávez, quien la violara tantas veces como le pareció necesario y pertinente. Bajo la oprobiosa complicidad del entonces Secretario General de la OEA, José Miguel Insulza y todas las autoridades de los organismos multilaterales latinoamericanos a los que pertenece Venezuela. Hubo entonces tantas razones jurídicas, políticas y legales como las que hoy esgrime el presidente electo de Argentina, del otro lado del Plata, Mauricio Macri, que ha tenido la valentía y la decencia de salirles al paso. Pero un concepto de muy dudosa trayectoria, el de “la razón de Estado” y otro de igual data, el del “realismo político” obligan a un alineamiento filo dictatorial de todos los gobiernos latinoamericanos sometidos a la hegemonía del castrismo cubano a través de la nefasta coordinación del Foro de Sao Paulo a las políticas fijadas por y en interés y conveniencia de la tiranía cubana. Asunto del que tanto Washington como el Vaticano tienen perfecto conocimiento, si bien prefieren hacer como que en Venezuela nada sucede de extraordinario.

De allí el asombro ante la decisión de Mauricio Macri de sacudir la apatía y complicidad de los gobiernos de la región frente a un caso escandaloso, como el de la mera existencia de un régimen dictatorial y castrocomunista en Venezuela. La misma Venezuela que en su inmediato pasado democrático se jugara su vida y abriera sus puertas en un insólito acto de justicia y generosidad a quienes huían de sus dictaduras, hoy – vaya contradicción – al mando de sus gobierno y alcahuetes de una dictadura tan oprobiosa como la que los echara a ellos al destierro.

Las declaraciones del canciller uruguayo, que anticipa el comportamiento de sus colegas del Mercosur, demuestra la grave encrucijada entre dictadura o democracia en que se encuentra nuestra región. Ofenden nuestra conciencia libertaria. Y dejan suficientemente en claro el foso en que se hallan nuestras frágiles tradiciones democráticas. Que Dios nos ampare.

 @sangarccs 



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