El dedo y la civilización del espectáculo
Escrito por Antonio Sánchez García | @sangarccs   
Domingo, 28 de Junio de 2015 19:15

altLa perversión de los valores no respeta ámbitos ni fronteras. La civilización del espectáculo, que no perdonara ni al sobrio y templado autor del perspicaz ensayo

del mismo título, ahogado luego de nadar un océano entero en las playas de moda del circo de los corazones, ha decidido usar al deporte rey, el fútbol, como mensajero de los dioses. A ver si la estulticia universal por fin se entera de la cloaca en que flota.

Primero fue la FIFA, sorprendida desnuda en sus manejos mafiosos y criminales por unos jueces que seguramente prefieren el beisbol o el básquet. El escándalo fue supremo y no hubo medio en el planeta que no le dedicara unas líneas. De pronto descubrieron que las decisiones sobre asuntos de gran importancia antropológica como dónde celebrar los campeonatos del mundo, las imponía bajo cuerda, como no podía ser menos, el poderoso caballero de Don Francisco de Quevedo: Don Dinero.

Que los egipcios o los sudafricanos pagaran decenas de millones de dólares por conquistar la sede de un campeonato mundial causó la mayor vergüenza universal. Que unos funcionarios – entre ellos un señor venezolano del que no se conocen mayores proezas académicas que haber llevado una pelota bajo el brazo – tuvieran jugosas cuentas bancarias, apartamentos en el paraíso del dinero y no hubieran chuteado un balón en sus vidas, causó el natural espanto. Olvidando, por cierto, que los suizos les habían regalado tiempo atrás sendos relojes de inmensa cuantía por el solo hecho de existir. Alguno lo devolvió. Otros los encaletaron en sus cajas de seguridad.

Es la farsa de los que se hacen los sorprendidos, porque el crimen, el robo, la estafa se comete en el mítico universo de sus lugares comunes y chocan con su menguada inteligencia en donde ellos consideran que sólo debería imperar el “compito, luego existo”. Pero sucede que no mucho antes de esas revelaciones, un tuerto venezolano, encumbrado funcionario de Venezuela y gratificado por la pérdida de su objeto ocular por mano impía de uno de los dioses de la civilización del espectáculo, el ágrafo e inescrupuloso teniente coronel Hugo Rafael Chávez Frías, había depositado doce mil millones de dólares en una cuenta de un banco europeo – andorrano, suizo o inglés, que a los efectos da lo mismo – sin levantar en ninguno de los ofendidos de la FIFA una sola expresión de repudio. Si eres político y de izquierdas, puedes chorearte el patrimonio de una Nación y a nadie le importa un bledo. Pero ¡ay de ti si te choreas la taquilla de un partido de fútbol de tercera división!

Lo he vuelto a recordar, con no poca sorpresa, al constatar la indignación cósmica que ha provocado el que un cultor del deporte rey le metiera el dedo en el trasero – “tracto rectal” lo llaman los y las periodistas de deportes, en un prurito de científico respeto lingüístico – a otro cultor, ambos dotados por sobre la media con el dominio de un balón con sus pies, a cambio de lo cual a ellos y a otros participantes en ese mismo evento, posiblemente sin siquiera un bachillerato a sus espaldas, les pagan cientos de millones de dólares por sus acrobacias pediculares sin que nadie se escandalice. Lo que Albert Einstein, el más grande de los físicos de la historia humana – no hubiera ganado así hubiera vivido varias generaciones. ¿Qué esperar de un deporte que cumple exactamente los mismos fines del circo romano en tiempos de Nerón y Calígula?

Lo del tracto rectal me ha llamado la atención por la desmesura y el equívoco que provoca: en Venezuela, ese mismo teniente coronel que le raspara un ojo con una tapita de refresco a uno de sus esbirros, en compensación por lo cual, luego de asaltar el Poder, le abriría las puertas de la cueva de Alí Babá, le metió el dedo en el orto a treinta millones de venezolanos. Y su régimen ha venido repitiendo la faena, ante el respeto y/o el aplauso de Washington, del Vaticano, de todas las instituciones planetarias, de la ONU a la OEA. Y sobre todo de la Copa América de todos los gobiernos de la región, orquestada desde el Foro de Sao Paulo por instrucciones de la tiranía de los hermanos Castro. Desde aquel 4 de febrero, en que no sólo nos hiciera un tracto rectal sino que lo hiciera con una bazooka, hemos ido de elección en elección dejándonos manosear. Y ahora mismo, ante los ojos del mundo, sus herederos siguen jorungando nuestros traseros, imponiendo condiciones alevosas y viendo hasta qué profundidades alcanzan con el extremo de su dedo sin que los humillados y ofendidos reaccionen como quien se volvió y le diera una bofetada al ofensor. ¡Para ser expulsado del juego!

Hipocresía: he allí el calificativo que merecen los cultores de la civilización del espectáculo. Ameritan el más supremo de los circos: juicios públicos en estadios abiertos. Un imposible. El planeta es un circo.

@sangarccs 


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