Medio siglo del triunfo de Frei
Escrito por Ox Armand   
Viernes, 17 de Octubre de 2014 10:54

Medio siglo del triunfo de Frei
Ox Armand
Semanas atrás, recibimos un correo que nos entusiasmo: un seminario a realizarse con motivo del 50 aniversario del triunfo  presidencial de Eduardo Frei (padre), en Chile. Pero la alegría duró poco, porque el evento debía realizarse en el país sureño.  Digamos, se trató de un triunfo histórico de inmediato impacto en Venezuela, porque se trataba de la inicial concreción del proyecto demócrata-cristiano en el continente, seguido por la victoria de Rafael Caldera en Venezuela por 1968, aunque Juan Pablo Terra nunca pudo alcanzarlo en Uruguay, si tratamos del liderazgo de un signo por entonces novedoso y prometedor. Comenzaremos por una breve consideración del llamado Proyecto Histórico Concreto en América Latina, del ascenso al poder del PDC en Chile y la influencia ejercida, hasta señalar la dramática situación del allendismo, como expresión electoral de la subversión marxista-leninista que aplaudió Fidel Castro, aunque no le contentase mucho el asunto.
En efecto, desde principios de la década de los treinta del XX, la Iglesia Católica impulsó más decididamente lo que se llamó la Doctrina Social (hoy la refiere como Enseñanza Social), promoviendo un liderazgo alternativo que convocó a distintos eventos hasta llegar a la Roma que sentó a los jóvenes dirigentes estudiantiles, como Frei y Caldera, en el banco de una semejante preocupación pastoral. Pasando por la guerra civil española y la segunda conflagración mundial, el socialcristianismo despuntó en la Alemania de Konrad Adenauer y la Italia de Alcides de Gásperi, los más destacados, encendiendo una distinta esperanza que tuvo por origen los esfuerzos específicos de Luigi Sturzo, a principios de  la centuria. Entre otros autores,  hubo uno de inmensa influencia, sobre todo al arribar a América Latina y que, muy a la postre, puso su acento en el Concilio Vaticano II: Jacques Maritain, renovando el sentido del compromiso cristiano en el árido terreno de la política. Llegó a Chile con la Falange, después concebida como el poderoso Partido Demócrata-Cristiano, cuyos pasos siguió muy de cerca la revista venezolana “Sic”, teniendo por característica un discurso más anticapitalista, mientras que en Venezuela, luego de diferentes vicisitudes, aterrizó en COPEI de mayor inclinación conservadora.  Por cierto, hay un relativamente reciente estudio actualizador del francés, suscrito por Julio Rodríguez Berrizbeitia (“El campesino de la Garona” (Zuma 07, Caracas, 2009), en el que hace hincapié en la versión del postrero libro de Maritain, escapándose un poco la interpretación más radical que suscitó en este lado del mundo: la sociedad comunitaria, la que – quiérase o no – subyace en otra obra, como la de Edgar Rodríguez Martínez, como “Policracia (Un nuevo Orden Social y de Gobierno)” (Universidad Católica Cecilio Acosta, Caracas, 2010), cuyo autor está militando en Vente Venezuela, organización liderizada por María Corina Machado. Debemos agregar que, entre los  socialcristianos chilenos y venezolanos, surgiendo sendas corrientes de un marcado tilde de izquierda que pugnaron con otras más de centro y, por supuesto, con las de derecha.
Eduardo Frei representaba a una joven organización del más variado talento, como un día también lo fue COPEI. Señala Joan E. Garcés, en “1970: La pugna por la presidencia en Chile” (Editorial Universitaria, Santiago, 1971), título que tuvo a bien obsequiarnos Abdón Vivas Terán, años atrás, después de una de las tantas conversaciones sobre el comunitarismo en el continente, que Chile estuvo orientado por el multipartidismo, con una fuerte preponderencia del centro, hasta principiar el decenio de los sesenta. La polarización comienza hacia 1958, elegido Jorge Alessandri, quien había dejado atrás en la votación a Salvador Allende, a L. Bossay y E. Frei. Los comicios municipales de 1963, mostró de nuevo el panorama multipolar, pero – repetida la situación anterior -  la polarización determinó el triunfo del centrista Frei, el 4 de septiembre de 1964. El autor en cuestión habla de un gobierno de modernización neocapitalista, aunque – como puede calificarse el primer gobierno de Caldera,– cuenta con un carácter progresista, como   Steve Ellner , en un ensayo publicado por el mismísimo régimen chavista, tres o cuatro años atrás, así lo considera. Añadiríamos, realizador del ideario sustancial democristiano, moderado, eficaz, responsable y pacificador.  Revolución en Libertad, la consigna emblematizadora, sugiere un  gobierno estatizante para unos, a la vez que, para otros, demasiado tímido y a la saga de los reacomodos de la burguesía. Lo cierto es que, en nuestro caso, insufló de entusiasmo y mística al COPEI que le faltaba décadas para dividirse, el empuje  de la candidatura de Caldera al administrar – a veces, severamente – las diferencias internas y, más allá, emocionó a los sectores que se afincaban en la utopía (concreta) de signo socialcristiano. Vale decir, sintieron como muy propio el éxito electoral de Frei en 1964.
Para el relevo presidencial de 1970, derrotada la insurrección fidelista en buena parte de América Latina, nuevamente surge la opción electoral de Allende que, ésta vez, gana con el apoyo parlamentario del Partido Demócrata-Cristiano al perfeccionar los comicios en los que no se alcanzó una mayoría calificada. Se ha tejido una versión negrísima de Frei y, olvidando un poco más el papel del democristiano Radomiro Tomic, manifestación del radicalismo partidista, ayuda a encubrir la trágica experiencia allendista que, para entendernos mejor, más o menos significa simplificar o comprimir en tres años lo que Venezuela tiene cabalgando ya por dieciséis.  Entre los copeyanos del denominado astronautismo, como los de la avanzada social, ese tramo histórico fue de una inmensa relevancia, e – incluso – pueden revisarse las confrontaciones o pareceres de Vivas Terán y Teodoro Petkoff en revistas como Suma o Vea y Lea de los setenta, respecto a la experiencia en curso de los chilenos. Quisiera agregar más, pero la naturaleza, el sentido y papel de la democracia cristiana en el continente actual, ha variado un “poco” más, cosa que supera el  objeto del presente texto. Por lo pronto, recomendaremos un título de Frei Montalva varias veces reeditado (en Venezuela por la Editorial Nueva Política, en los ochenta): “El mandato de la historia y las exigencias del porvenir”). Cualquier coincidencia con Venezuela, no es mera casualidad.
Reproducciones: Rafael Caldera viaja a Chile para la toma de posesión de Eduardo Frei Montalva. El Universal, Caracas, 03/11/1964. Curioso esfuerzo voluntario, en la campaña presidencial los partidarios de Frei pintaban las escuela, mientras que los de Allende acondicionaban parques, como reseñaba Élite, Caracas, 1964. Coinciden ambos candidatos en un evento institucional.

altSemanas atrás, recibimos un correo que nos entusiasmo: un seminario a realizarse con motivo del 50 aniversario del triunfo  presidencial de Eduardo Frei (padre), en Chile.

 Pero la alegría duró poco, porque el evento debía realizarse en el país sureño.  Digamos, se trató de un triunfo histórico de inmediato impacto en Venezuela, porque se trataba de la inicial concreción del proyecto demócrata-cristiano en el continente, seguido por la victoria de Rafael Caldera en Venezuela por 1968, aunque Juan Pablo Terra nunca pudo alcanzarlo en Uruguay, si tratamos del liderazgo de un signo por entonces novedoso y prometedor. Comenzaremos por una breve consideración del llamado Proyecto Histórico Concreto en América Latina, del ascenso al poder del PDC en Chile y la influencia ejercida, hasta señalar la dramática situación del allendismo, como expresión electoral de la subversión marxista-leninista que aplaudió Fidel Castro, aunque no le contentase mucho el asunto.

En efecto, desde principios de la década de los treinta del XX, la Iglesia Católica impulsó más decididamente lo que se llamó la Doctrina Social (hoy la refiere como Enseñanza Social), promoviendo un liderazgo alternativo que convocó a distintos eventos hasta llegar a la Roma que sentó a los jóvenes dirigentes estudiantiles, como Frei y Caldera, en el banco de una semejante preocupación pastoral. Pasando por la guerra civil española y la segunda conflagración mundial, el socialcristianismo despuntó en la Alemania de Konrad Adenauer y la Italia de Alcides de Gásperi, los más destacados, encendiendo una distinta esperanza que tuvo por origen los esfuerzos específicos de Luigi Sturzo, a principios de  la centuria. Entre otros autores,  hubo uno de inmensa influencia, sobre todo al arribar a América Latina y que, muy a la postre, puso su acento en el Concilio Vaticano II: Jacques Maritain, renovando el sentido del compromiso cristiano en el árido terreno de la política. Llegó a Chile con la Falange, después concebida como el poderoso Partido Demócrata-Cristiano, cuyos pasos siguió muy de cerca la revista venezolana “Sic”, teniendo por característica un discurso más anticapitalista, mientras que en Venezuela, luego de diferentes vicisitudes, aterrizó en COPEI de mayor inclinación conservadora.  Por cierto, hay un relativamente reciente estudio actualizador del francés, suscrito por Julio Rodríguez Berrizbeitia (“El campesino de la Garona” (Zuma 07, Caracas, 2009), en el que hace hincapié en la versión del postrero libro de Maritain, escapándose un poco la interpretación más radical que suscitó en este lado del mundo: la sociedad comunitaria, la que – quiérase o no – subyace en otra obra, como la de Edgar Rodríguez Martínez, como “Policracia (Un nuevo Orden Social y de Gobierno)” (Universidad Católica Cecilio Acosta, Caracas, 2010), cuyo autor está militando en Vente Venezuela, organización liderizada por María Corina Machado. Debemos agregar que, entre los  socialcristianos chilenos y venezolanos, surgiendo sendas corrientes de un marcado tilde de izquierda que pugnaron con otras más de centro y, por supuesto, con las de derecha.

Eduardo Frei representaba a una joven organización del más variado talento, como un día también lo fue COPEI. Señala Joan E. Garcés, en “1970: La pugna por la presidencia en Chile” (Editorial Universitaria, Santiago, 1971), título que tuvo a bien obsequiarnos Abdón Vivas Terán, años atrás, después de una de las tantas conversaciones sobre el comunitarismo en el continente, que Chile estuvo orientado por el multipartidismo, con una fuerte preponderencia del centro, hasta principiar el decenio de los sesenta. La polarización comienza hacia 1958, elegido Jorge Alessandri, quien había dejado atrás en la votación a Salvador Allende, a L. Bossay y E. Frei. Los comicios municipales de 1963, mostró de nuevo el panorama multipolar, pero – repetida la situación anterior -  la polarización determinó el triunfo del centrista Frei, el 4 de septiembre de 1964. El autor en cuestión habla de un gobierno de modernización neocapitalista, aunque – como puede calificarse el primer gobierno de Caldera,– cuenta con un carácter progresista, como   Steve Ellner , en un ensayo publicado por el mismísimo régimen chavista, tres o cuatro años atrás, así lo considera. Añadiríamos, realizador del ideario sustancial democristiano, moderado, eficaz, responsable y pacificador.  Revolución en Libertad, la consigna emblematizadora, sugiere un  gobierno estatizante para unos, a la vez que, para otros, demasiado tímido y a la saga de los reacomodos de la burguesía. Lo cierto es que, en nuestro caso, insufló de entusiasmo y mística al COPEI que le faltaba décadas para dividirse, el empuje  de la candidatura de Caldera al administrar – a veces, severamente – las diferencias internas y, más allá, emocionó a los sectores que se afincaban en la utopía (concreta) de signo socialcristiano. Vale decir, sintieron como muy propio el éxito electoral de Frei en 1964.

Para el relevo presidencial de 1970, derrotada la insurrección fidelista en buena parte de América Latina, nuevamente surge la opción electoral de Allende que, ésta vez, gana con el apoyo parlamentario del Partido Demócrata-Cristiano al perfeccionar los comicios en los que no se alcanzó una mayoría calificada. Se ha tejido una versión negrísima de Frei y, olvidando un poco más el papel del democristiano Radomiro Tomic, manifestación del radicalismo partidista, ayuda a encubrir la trágica experiencia allendista que, para entendernos mejor, más o menos significa simplificar o comprimir en tres años lo que Venezuela tiene cabalgando ya por dieciséis.  Entre los copeyanos del denominado astronautismo, como los de la avanzada social, ese tramo histórico fue de una inmensa relevancia, e – incluso – pueden revisarse las confrontaciones o pareceres de Vivas Terán y Teodoro Petkoff en revistas como Suma o Vea y Lea de los setenta, respecto a la experiencia en curso de los chilenos. Quisiera agregar más, pero la naturaleza, el sentido y papel de la democracia cristiana en el continente actual, ha variado un “poco” más, cosa que supera el  objeto del presente texto. Por lo pronto, recomendaremos un título de Frei Montalva varias veces reeditado (en Venezuela por la Editorial Nueva Política, en los ochenta): “El mandato de la historia y las exigencias del porvenir”). Cualquier coincidencia con Venezuela, no es mera casualidad.

(*): Reproducciones: Rafael Caldera viaja a Chile para la toma de posesión de Eduardo Frei Montalva. El Universal, Caracas, 03/11/1964. Curioso esfuerzo voluntario, en la campaña presidencial los partidarios de Frei pintaban las escuela, mientras que los de Allende acondicionaban parques, como reseñaba Élite, Caracas, 1964. Coinciden ambos candidatos en un evento institucional.


     


     


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